Tin, tin... tin, tin... tin, tin...
no tienes ni idea...
Tin, tin... tin, tin... tin, tin...
el alma en aras de un café ya frió...
Golpetean la ventana estas ninfas que no bailan solo caen,
pintan cuadros subversivos que solo los melancólicos admiran,
cantan melodías de antaño que solo los sordos a esta realidad escuchan,
muerden la piel de los enamorados que se ven separados por el mal humor de estas niñas.
Son las lágrimas de Dios, a quien invade el sentimiento mientras su mujer toca a Vivaldi en su piano, el pobre carece de talento artístico y le da rabia ver a la mujer que creo este mundo surrealista semi-ficticio con una sola pincelada de rubor tornasol y un soplido de aire fresco.
no tienes ni idea...
Tin, tin... tin, tin... tin, tin...
el alma en aras de un café ya frió...
Golpetean la ventana estas ninfas que no bailan solo caen,
pintan cuadros subversivos que solo los melancólicos admiran,
cantan melodías de antaño que solo los sordos a esta realidad escuchan,
muerden la piel de los enamorados que se ven separados por el mal humor de estas niñas.
Son las lágrimas de Dios, a quien invade el sentimiento mientras su mujer toca a Vivaldi en su piano, el pobre carece de talento artístico y le da rabia ver a la mujer que creo este mundo surrealista semi-ficticio con una sola pincelada de rubor tornasol y un soplido de aire fresco.
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