Me imagine su espalda desnuda encima de estas sabanas tan
sucias, el remolino de su cabello hecho un caos entre mis almohadas, sus ojos
mirando los míos esta vez de una manera que nunca han mirado. Me imagine su
humanidad tan celestial en este infierno, su tinte de intocable, tan palpable
fuera de las hojas de mi cuaderno, su noche tan mía, tan inmensa, tan de
cuento. Incluso masturbarse con su pensamiento enamora. No sé si sea mi vivaz
imaginación o el polvo de su aurora, pero aquí por ella el delito es deleite y
su pecado condecora. Pasearse por su cuerpo cerrando los ojos en tu habitación
a solas, conocer cada milímetro de su obra sin saber siquiera los lunares que
tenga en la espalda, sin haber pasado tu vista un centímetro algo arriba de su
falda. Amarla desde siempre conociéndola hace solo algunos vientos, amándola
por siempre sin que te diga te quiero. Soñándola de día, imagina lo que pasa a
altas horas cuando si ella estuviera harías un altar a Sodoma a la par de
edificarle una iglesia a Roma. Y ella tan inocua que me mata sin que este y
ella tan volátil que me aplasta sin querer, y ella tan perfecta que no podría
volverse mi mujer.
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