Gracias por todo, gracias por nada;
por dejarme el alma mas rota de lo que ya me quedaba,
por la lección obligada y el extra de locura que hoy navega en la casa.
Si vamos a agradecer, agradece que haya perdido los estribos... de nada.
No había razón alguna de bailar a media luna y envenenar la copa,
pudiste decirme las cosas y me alejaba con la mala mía, con mi boca.
Hoy bailo entre la guillotina del odio y del aprecio, aprecio por semejante loca.
Que llenaste mi cabeza de fe, me endulzaste la boca con tu miel,
hiel de tus varices y veneno de tu entraña, ¡que estas podrida María!
Como yo pero nunca lo aceptaras y eso es peor que convivir con el monstruo que convivo yo todos los días, quizá eso es lo que yo no entendía...
era demasiado monstruo para una casa tan chica.
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