Escribo de tejados vacíos, no de casas llenas, de estrellas muertas y de lunas plenas...
Tras los ojos de un gato aprendí a desconfiar del colibrí, a creer en la duda y en el odio gris. Mejor de lejos, mejor así, que si amamos la luna es porque se encuentra a años de aquí. Soliloquio en el tejado de tu pelo, ruidoso entre adoquines como gato entrado en celo, por motivos locos, raros y sinceros.
Sobrio y en mis cinco, ajeno a dos y ausente en todos.
Entre el cuco y su nido, entre tus cariños y despidos, "olvidamos que no conocíamos las reglas del olvido".
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