-Yo perdí a mis amigos, ¿sabes? Se fueron como si hubiésemos pasado solo una
tarde juntos. Como si Apenas recordaran mi nombre o mis gustos. Como si nunca
hubiesen escuchado un chiste mío o una tontería. Como si nunca me hubieran
visto llorar. Como si nunca los hubiese llamado hermanos. Uno era el rudo, otro
el torpe, otro era el mayor, otro era el gordo y yo era el imprudente.
Se fueron como si no conocería a sus mamas, a sus hermanos, sus casas, sus
novias, sus sueños, sus aspiraciones cuando nos convirtiéramos en los hombres
que hoy somos.
-¿Fue culpa de ellos?
-No. Fue mía. De nadie más que mía.
-¿Que mas?
-Perdí a mi padre. Pero aun no quiero hablar de eso. Y no sé si fue culpa mía.
Pero si lo fue creo que viviré en el error.
-¿Algo más? ¿Algo de lo que estés listo para hablar?
-Yo perdí a la primera niña que me amo. Y después, perdí decenas que me
quisieron, que se obsesionaron conmigo. Perdí a decenas que debía perder y que
solo jugaban. Las perdí a todas. Porque no me he perdonado. Porque el dolor no
me dejó. Y al final, recurrí a ella. Cuatro o cinco años después. Le invite un
café y, ¿sabes lo que me dijo?
-No, cuéntamelo.
-Fue bastante cómico. Le dio la vuelta a todo. La niña de la que solo
escuchaba que se había convertido en un maniquí mas, en otra niña de antro, en
otra mujer mediocremente feliz, se volvió poeta y me dijo:
"Enrique, no puedes lastimar a alguien, alejarte, pedirle que te odie, hacer
que te olvide e invitarle un café tres años después". Se equivoco en el tiempo.
No han pasado solo tres años. No creo...
-¿Algo más?
-Ya me quiero dormir, necesito dejar de pensar.
-Durmamos entonces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario